EL ANGUSTIOSO PASO...
Hacía poco mas de una hora que habían dejado su automóvil en el aparcamiento y al ir a recogerlo, estando delante de la maquina de abonar el importe, no recordaban exactamente el lugar en donde lo habían dejado.
- Si, yo creo que es esta planta, pero… ¿tienes la tarjeta a mano?
- La tengo aquí en el bolsillo de arriba, pero déjame algo suelto para pagar, pues no tengo mas que unos céntimos..
Ella abrió su bolso, saco el monedero y después de rebuscar, le entregó una moneda de dos euros.
En ese momento, un gran resplandor, seguido de una impresionante explosión, empujó a ambos con una tremenda fuerza, hacia la pared del fondo. Prácticamente al mismo tiempo, un crujido encadenado fue derribando pilares, vigas y techumbre, acompañado de un inmenso colchón de humo, polvo, plásticos y pequeños objetos que fueron invadiendo totalmente el espacio, produciendo una total oscuridad, entre la que borrosamente destacaban algunos chispazos y llamas.
La primera sensación que tuvo fue la de que se estaba despertando de un sueño, del que conservaba un profundo zumbido en su cerebro, y el impreciso recuerdo de una luz cegadora, con una fuerte onda expansiva que le había afectado a todo su cuerpo. Aun nervioso y excitado por la verosimilitud de la pesadilla, abrió los ojos, al tiempo que notaba en sus labios una tremenda sequedad. Su corazón latió violentamente al no percibir luz ni forma alguna y aunque volvió a intentarlo, apretando primero los párpados y abriéndolos luego muy lentamente, su resultado fue el mismo: no veía absolutamente nada.
Tampoco oía mas que el penetrante zumbido interno, que le producía un agudo dolor en el tímpano. Su olfato percibía una densa mezcla de olor a gasolina quemada, humo y polvo y sobre todo el cuerpo notaba una tremenda presión y un intenso dolor general, como el de infinidad de pinchazos de pequeños cristales clavados, por lo cual pensó que estaba padeciendo uno de esos calambres fuertes o que se le había dormido algún músculo; el sabía que, en ocasiones, un exceso de potasio, podía producir durante el sueño unos espasmos musculares muy dolorosos, incluso prácticamente paralizantes.
Aliviado por este explicación, pretendió incorporarse lentamente, pero su cuerpo no solo no consiguió el menor movimiento, sino que le produjo tan inmenso dolor en todos los huesos, especialmente en la espalda, que le hizo intentar emitir un grito, pero su boca parecía estar llena de polvo y no tenía ni la menor gota de saliva; moviendo la lengua de un lado a otro, solo consiguió masticar arenisca y hacerla crujir entre sus dientes.
Se propuso serenarse y buscar una explicación, relacionando aun su situación, con el sueño del que se acababa de despertar.
Pretendió respirar mas profunda y lentamente, pero a la tercera expulsión del aire, le vino a la boca una repentina bocanada de sangre, que casi le ahoga y que difícilmente pudo dejar caer por uno de los lados de su cara; como médico, sabía lo que podía significar y entonces un helador respingo recorrió todo su espina dorsal, cuando a tremenda velocidad, empezó a encadenar y asimilar inmediatamente los hechos sucedidos, con lo que él había pensado que era solo una mera pesadilla. Recordó entonces nuevamente el resplandor, la explosión, el fuerte impacto y la oscuridad de su mente y un terror inmenso se apoderó de él, intentando de nuevo levantarse violentamente, pero su inmovilidad era absoluta, salvo un ligero movimiento lateral de su cabeza y de la mano izquierda, que parecía poder gozar de cierta libertad de actuación, aunque con algo que le atenazaba el brazo.
Igualmente se fue dando cuenta de que, al emitir los jadeos respiratorios, recibía una inmediata respuesta de su aliento, mezclada con un fuerte olor a cemento, con lo que dedujo entonces, mas aterrorizado aún, que debía de estar totalmente sepultado y que un muro de hormigón o algo parecido estaba a menos de diez centímetros de su cara.
También se percató de que su cuerpo se estaba enfriando lentamente y entonces su mano libre se movió violentamente arañando ansiosa todo lo que abarcaba, pero un dolor añadido se le apareció, al desprendérsele algunas uñas, dejando los finales de los dedos en carne viva, además de que, por tanto mover desesperadamente la cabeza de un lado a otro, se produjo un tremendo dolor en la nariz, al chocar con algo muy duro.
- Esto es el fin.- se dijo, y de pronto, volvió a recordar el momento de la explosión y se acordó de su mujer. Sus labios intentaron gritar su nombre, pero no logro emitir mas que una especia de soplido y que se le llenaran mas de polvo sus dilatadas pupilas.
Pensó que, dado su evidente agnosticismo científico, aquello podía ser un castigo de algún dios, posible conocedor de su casi infantil fobia a sentirse oprimido, atado o inmovilizado, pero su lógica racional le llevó a rechazar tal pensamiento, puesto que no podía creer, que caso de haber un dios, éste pudiera ser tan vengativo, tan rencoroso o tan cruel, como para poner a tan dura prueba a un débil ser humano.
Como racionalista contumaz que era, decidió aceptar con realismo su situación. Lo primero que debía de averiguar era su estado personal, sus daños y su posible resistencia: aire, aunque enrarecido, parecía que no le faltaba, pues ya hubiera tenido que haberse asfixiado en caso de estar totalmente sepultado. Por otro lado, salvo alguna posible rotura de costillas y su consiguiente influencia en los pulmones, solamente notaba algo ligeramente caliente y viscoso resbalando por la pierna izquierda, que le dolía de una manera especial, de lo que dedujo que tendría algún tipo de herida incisiva, aunque que no le preocupaba demasiado, comparada con su posible situación general,
Su preparación psicológica, le hizo recordar las diversas reacciones que ante el miedo se producen en todos los animales, incluido el hombre: el rechazo de la realidad..., la lucha inmediata contra quien lo provoca..., la entrega o sumisión ante el causante..., la posibilidad del suicidio o auto inmolación... y el intentar calmarse y analizar, lo mas fríamente posible, la situación.
Resolvió, que la mas lógica y posible era la de relajarse y esperar a que llegase alguna ayuda; alguien tendría que haber visto la explosión y empezarán los trabajos de búsqueda de personas, puesto que es un gran aparcamiento y se supone que habrá afectado a bastantes usuarios; así pues resolvió que habría que ver lo que se puede aguantar, para lo cual era absolutamente preciso vencer la natural tendencia al pánico y llegar a tranquilizarse en lo posible, como para poder pensar en las posibilidades de supervivencia.
Intentó recordar sus cursos de relajación cuando practicaba el yoga y aunque no había llegado a un dominio total, no disponía de otro sistema para impedir la desesperación; decidió aflojar los músculos en lo posible, ahorrar energía y tratar de conseguir los mínimos ritmos respiratorios y cardíacos para reducir la tensión arterial, aunque el problema mas difícil, era el controlar la mente y lograr contener la ansiedad, el miedo y la angustia.
Con relativa dificultad, fue reduciendo paulatinamente su ritmo metabólico, llegando a oír con toda claridad cómo los latidos de su corazón iban disminuyendo de intensidad y que incluso el zumbido interno y el dolor de oídos, parecía que se iban amortiguando sensiblemente.
Dirigió sus pensamientos hacia un paisaje paradisíaco, casi siempre idealizado en su mente: una verde y mullida pradera, en donde se encontraba descansando desmadejadamente bajo un frondoso árbol y por el que a través de sus hojas se filtraban algunos rayos de sol, junto a un cantarín riachuelo que circulaba suavemente. A su lado, contemplándolo calladamente, estaba su mujer con una mano posada sobre su brazo izquierdo. De lejos, le pareció oír unos ladridos de perro y percibir una ligera racha de aire fresco...
Con en un reposo casi total de los músculos y con la mente relajada, se fue olvidando del espacio y el tiempo, sin preocuparse ni calcular en donde estaba y si pasaban horas o solamente largos minutos, pues parecía haber logrado una auto hipnosis y un cierto grado de inconsciencia, llegando a la pérdida de contractilidad de los músculos y alejando la mente de la angustiosa realidad.
De pronto, volvió a sentir los ladridos aún más cercanos, al tiempo que le caía algo de polvo y percibía unas ráfagas de luz, hasta que un nuevo golpe en la cabeza y una vibración en todo su entorno, le sumergió de nuevo en la oscuridad y la inconsciencia.
El equipo de rescate, enfocando todas sus luces hacia la zona señalada nerviosamente por los perros, fue extrayendo piedras y escombros con delicada celeridad, encontrándose con un cuerpo inerte, totalmente blanco, lleno de polvo y cemento, que difícilmente se distinguía entre todo el material que le rodeaba. Parecía un guiñapo desmantelado y en algunas partes se percibía una espesa pasta formada por arena y sangre. Rápidamente le pusieron una mascarilla con oxigeno, al tiempo que le cortaban las ropas de su pecho y le auscultaban el corazón.
Muy poco después y cuando acabaron de quitarle todo el escombro de encima, el hombre aun no había reaccionado.
- Ha debido dejar de respirar hace tan solo un par de minutos- dijo uno de los facultativos, poniéndose en pié.
Cuando ya iban a cubrirlo con un dorado papel térmico, se percataron de que, en su brazo izquierdo, tenía aferrada una seccionada mano femenina y que debajo de la mano derecha, apareció una moneda de dos euros.
CARLOS RODRÍGUEZ-NAVIA.
Madrid, 31 Diciembre 2006
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