jueves, 14 de mayo de 2015

BREVE HISTORIA DEL TABACO.

Breve historia del tabaco:



La historia del tabaco y de los fumadores, parece ser que empieza en América, cuando los primeros conquistadores españoles al contemplar algún tipo de ceremonial o culto, vieron a unos indígenas exhalar por narices y boca cierto humo que habían aspirado de una especie de tubo o rollo de hierbas encendidas. Se dice que fue un tal Rodrigo de Jerez, quien trajo a España las primeras hojas de la planta que cultivaban los indios, aunque pasados unos años el británico Walter Raleigh, en uno de sus viajes por la costa norteamericana, (concretamente en Virginia) obtuvo la planta de tabaco, lo cultivó y elaboró, introduciendo la novedad de fumar. A Raleigh, le supuso la felicitación y premio de la Corona Británica nombrándole Sir, pero a Rodrigo de Jerez le cayó la condena de la Inquisición, por considerar el tabaco un producto del maligno.
Considerado como un vicio exclusivo del varón, inicialmente se fumaba en pipa, manifestándose mas tradicionalmente entre las gentes de mar, marineros y trabajadores de los puertos, en parte también como presunción de haber viajado por los mundos exóticos.  En poco tiempo pasó a ser consumido por comerciantes y burgueses, fundamentalmente en tabernas y casinos, pero en los siglos posteriores, fue creciendo su dependencia o moda entre las diversas clases sociales introduciéndose las variantes de cigarros puros y primeros cigarrillos. En España, en 1630, empezó a funcionar la mayor manipulación del tabaco del mundo en la Real Fábrica de Tabaco de Sevilla y poco después, surgieron diversas factorías en Europa.
Ya en pleno siglo XVII se expendía tabaco, con receta o permiso médico, en locales cerrados (estancos) puesto que algunos galenos le atribuían algunas facultades curativas o paliativas. Cierto tipo de hombres con trabajos rudos, ( quizás imitando a peruanos y bolivianos con la coca), consumían tabaco de mascar, por proporcionar un supuesto alivio físico contra el cansancio ya que producía mucha salivación, siendo usado también como hemostático para la cicatrización de heridas. Igualmente se popularizó el rape o polvillo del tabaco, (inicialmente una frívola moda de la corte francesa), puesto que se decía que aliviaba los dolores de cabeza y bajaba la tensión arterial.
En el siglo XX, aparecen los cigarrillos elaborados mecánicamente, (blended) principalmente con mezcla de tabaco rubio americano, procedentes de Kentucky y Virginia y en los frívolos años 20, es cuando la mujer empieza a fumar públicamente, como una mas de las superficiales posturas snob de la época y también como evidencia de una ya indiscutible rebeldía femenina.
Al pairo de este ya reconocido y extendido hábito, empiezan a aparecer profusos utensilios y accesorios para el fumador: pipas de diverso material, boquillas cortas y largas, pitilleras de plata o cuero, encendedores de todo tipo, cortadores de puros, etc., así como numerosos tipos de maquinas y útiles para elaborar cigarrillos en casa, incluso pequeñas esterillas y alfombrillas.
En España y prácticamente hasta los años 60, el tabaco rubio casi solo era consumido por la siempre ansiosa clase media, falsa y disimuladora de su oculta penuria, pretendiendo diferenciarse de la casi totalidad de la gente mas humilde o sencilla, obreros, trabajadores y campesinos, quienes fumaban tabaco negro de picadura llevado en petacas de cuero y de la que se sacaba una pequeña porción, colocándolo en el cuenco de la mano y envolviéndola sobre un papel especial muy fino, dándole mas o menos una forma cilíndrica y mojando finalmente con la lengua el borde engomado. Después y con cierta calma, generalmente se encendía con un chisquero o encendedor de chispa con mecha de yesca, sobre la que se soplaba ligeramente para avivar la brasa.
En esos tiempos, ese lento y pausada ceremonial, habitualmente se compartía con algún compañero como un símbolo de amistad o servía de motivo para iniciar una conversación con un desconocido y durante muchos años, el ofrecer tabaco a los presentes, era una casi obligada formula de convivencia, estando muy mal visto el que alguien encendiera un cigarrillo sin haber hecho previamente tal gesto.
En nuestro país, durante muchos años fue la Compañía Arrendataria de Tabaco la que tenia la autorización exclusiva para elaborar este producto (ya considerado como de consumo reconocido) siendo los estancos también los únicos establecimientos autorizados para su venta, que lucían en el exterior el cartel Tabacalera S.A. y el numero de expendeduría dentro de una bandera nacional, aunque era del dominio público que camareros, limpiabotas, piperas y otros múltiples tipos de vendedores semi clandestinos, vendían a un precio ligeramente superior cigarrillos, cajetillas o puros, generalmente procedentes del contrabando confiscado por policía y carabineros.
Los varones, al cumplir los 18 años, tenían derecho a disfrutar de la cartilla de fumador y gozar de los beneficios de un racionamiento semanal, con el que se podía adquirir paquetes de picadura, papel o cigarrillos de hebra. En casi todas las casas, aunque los hijos no fumaran, el padre hacía uso de ese privilegio exclusivo del varón, ya que en aquellos años del franquismo, en los que el disimulo y la hipocresía eran asignaturas de uso obligado, aunque aún no estaba muy bien visto el que las mujeres fumaran en lugares públicos, salvo las criticadas como frívolas y coquetas liberadas, que consumían los aromáticos cigarrillos rubios americanos,
Gran parte de los jóvenes actuales se sorprenderían si supiesen que, tan solo un par de décadas atrás, se permitía fumar en hospitales, clínicas y consultas médicas, salas de espera, grandes almacenes, locales comerciales, taxis, cabinas telefónicas, restaurantes y bares, aviones, trenes y ascensores y aún mucho más en salas de fiestas, cabarets, pubs y discotecas, haciendo también uso desconsiderado consentimiento en el Congreso de los Diputados e incluso en los colegios, institutos y guarderías era habitual que el maestro o el profesor fumara en las clases delante de los alumnos y que las monitoras lo hicieran estando con los pequeños. La prohibición de fumar, quedaba únicamente para los transportes urbanos, interior de las salas de cine o teatro y la cabina de los camiones que transportaban mercancías con alto riesgo de explosión o incendio.
También resulta ahora incomprensible saber el que, en las grandes catástrofes, terremotos o inundaciones y particularmente a los soldados en el frente, los servicios de auxilio y socorro, además de mantas, medicinas y víveres distribuían tabaco, al considerarlo como una normal necesidad reclamada por los afectados.
Norteamérica propagaba orgullosamente el “sueño americano” en sus películas y en las actividades que manifestaban habitualmente los tan envidiados e imitados protagonistas mas activos y audaces, estaba el continuo consumo habitual del alcohol y el tabaco, incluso entre plato y plato de una comida formal en un restaurante, a demás de que otra de las liberaciones ganadas por la mujer, estaba el que habían conseguido el derecho a fumar públicamente sin que se las criticara como atrevidas o marimachos, siendo en la actualmente mas consumidoras que los varones.
Mas o menos a partir de 1960, el consumo de tabaco fue aumentando de una manera vertiginosa al incorporar filtros a los cigarrillos, ya que en esos tiempos se había empezado a hablar sanitariamente de los posibles perjuicios y daños de la nicotina, por lo cual todas las marcas, principalmente las americanas, se gastaron enormes cantidades de dinero en hacer gran propaganda de las ventajas de sus respectivos tamices, aunque ocultaban maliciosamente las docenas de aditamentos que les iban incorporando, tales como aromatizantes, colorantes, ansiolíticos, etc., algunos de ellos tan peligrosos y nocivos como la propia nicotina.
Las organizaciones y autoridades sanitarias fueron gradualmente aconsejando el menor consumo de tabaco y tratando de que el propio fumador lo controlara y disminuyera conscientemente e incluso se obligó a que en cada cajetilla, junto con una calavera, figurara la amenaza: el tabaco mata, puesto que la vida estresada de muchos trabajadores, ejecutivos e incluso estudiantes, llevaba a muchos fumadores a un consumo tan apremiante, que ni tan siquiera eran conscientes de su progresiva dependencia, en gran parte debido a los aditivos y al mimetismo colectivo, considerando que en bares, restaurantes, discotecas y otros lugares de afluencia de publico, el nivel de humos solo causaba una ligera molestia para los no fumadores, al igual que un suelo abundante en cáscaras, servilletas y colillas era otro símbolo de nuestra españolísima libertad de actuación.
En los últimos años, por los estudios y experimentos realizados por investigadores y las numerosas experiencias y testimonios de médicos y cirujanos de todo el mundo, se había comprobado y demostrado que, además del enrarecimiento y contaminación ambiental de las grandes ciudades, el consumo habitual de tabaco suponía un potencial riesgo de contraer serias enfermedades respiratorias y coronarias, cultivando una gran influencia en el desarrollo del cáncer de mama, pulmón, labio, próstata, etc., pero que además, aquellas personas pasivas que estaban en un ambiente de fumadores, igualmente podían verse seriamente afectados por los humos nocivos.
Incongruentemente, fueron los norteamericanos los primeros que legislaron y restringieron el fumar en lugares públicos cerrados, con unas normas drásticas y sanciones muy duras para los contradictores. Casi a continuación, el resto de los países considerados como civilizados, adoptaron medidas similares con mayor o menor contundencia y empezaron a surgir grandes polémicas y contradicciones en los medios de comunicación, ya que la prohibición, no se refería solo al consumo, sino que también afectaba a la propaganda en imagen y sonido y a la venta a menores.
Resulta denigrante y ridículo el ver a gente adulta fumando ansiosamente un cigarrillo en los portales, patios o en pequeñas zonas determinadas externas, pero paradójicamente La Comunidad Autónoma de Madrid, estuvo pensando en solicitar una autorización especial para poder fumar en el confuso y soñado Casino EuroVegas, puesto que les parecía lógico y consecuente que un jugador que busca una quimérica suerte en cualquiera de las diversas modalidades de juego, tuviera que consumir casi compulsivamente alcohol y tabaco. También resulta vergonzosa la hipócrita actitud de algunos políticos y ejecutivos que lucen ufanamente un hermoso veguero, como icono del poder y la opulencia, aunque ese producto proceda de un país boicoteado, aislado, censurado y criticado por su atraso y pobreza.
Con objetivos diametralmente opuestos, los científicos, médicos, sociólogos, psicólogos y diversos analistas de los fenómenos sociales, aseguran que el consumo de tabaco y alcohol están muy relacionados entre sí y que cada vez son mas proclives a una creciente dependencia, siendo consecuentemente mas numerosos los individuos que posteriormente se pasan a las diversas drogas que circulan en determinados lugares de ocio, subrepticiamente introducidas por los mismos personajes poderosos que se dedican al tráfico, contrabando y distribución de toda clases de sustancias, prohibidas y perseguidas.
Últimamente se esta considerando que los gobiernos democráticos lleguen a promulgar leyes prohibiendo taxativamente la venta y consumo del tabaco, hasta considerarlo hipócritamente como un delito grave, al ser un producto que afecta peligrosamente a la salud pública, pero que supone una constante entrada de dinero por los impuestos que lo gravan, aunque es también muy considerable el gasto que supone el tratamiento y curación de los afectados, pero rápidamente y muy posiblemente inventados y comercializados por las mismas compañías distribuidoras, han aparecidos los llamados cigarrillos electrónicos, que no contienen tabaco aunque si una pequeña proporción de nicotina y otros elementos aromatizantes supuestamente inocuos y con las cuales ese vicioso consumidor virtual podrá aliviar su ansiedad, exhalando un ligero e inofensivo vapor que posiblemente le permita alternar en locales y establecimientos cerrados.
Antes de pensar en volver a autorizar el uso público del tabaco, posiblemente sería mas deseable que la sociedad y la medicina llegaran a conseguir la muerte digna y la eutanasia en los casos de enfermedades dolorosas de larga duración y de imposible recuperación, pero aún debiera mucho mas apremiante, el que los gobiernos presuntamente civilizados y democráticos dejaran de vender, mas o menos ocultamente, armas y material bélico que real y verdaderamente matan, a ciertos países habitualmente enfrentados y cuyos supervivientes, además, quedarán endeudados por largo tiempo.





CARLOS RODRIGUEZ-NAVIA.


Madrid, Diciembre 2013




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