lunes, 31 de octubre de 2011

FABULILLA SOBRE DEPREDADORES... CASI DE COMPAÑIA.



INTROITO

En este país nuestro, la picaresca, ha sido un hecho social tan autentico y veraz, que aparte de proporcionarnos una hermosa y larga serie de narraciones literarias, imprimió en gran parte una impronta en nuestro carácter, desde la Edad Media hasta nuestros días, adaptándose totalmente a las circunstancias del momento, tanto en épocas de escasez como en las de bonanza, con la diferencia substancial de que las desigualdades sociales que existían en tiempos pasados, hoy afortunadamente superadas mayoritariamente, eran entonces prácticamente insalvables y el uso de artimañas y engaños, que solía ser personal y directo, era para muchos, la única manera de sobrevivir.
Pero actualmente, el mayor tipo de pícaros, timadores y engañadores esta encubierto en sociedades inmobiliarias, empresas, oficinas y establecimientos, arropados por licencias, nombres comerciales, títulos y patentes, e incluso asesorados por grandes bufetes de abogados, en donde su trapicheo, sus ofertas y transacciones quedan perfectamente camufladas entre el honrado y normal ambiente comercial de lo que hoy se entiende por libre mercado.
El pícaro actual, mucho mas temible, puede ser hasta un personaje conocido, admirado y titulado que puede actuar solo, pero también en asociación o combinación con otros actores que apoyen su actuación, formando parte todo, del gran teatro del mundo moderno. Sus operaciones y negocios, ya no son para conseguir unos mínimos de disimulada supervivencia entre los demás, causando solo el enojo de los engañados, sino mas bien para epatar y deslumbrar aún mas, su ostentosa manera de vivir sobre los demás, y además conseguir ser generalmente envidiado, por los no perjudicados.
En estos tiempos, raro es el año que no sale a la luz alguna entidad o personaje que se han valido de métodos araneros para apropiarse y desviar grandes cantidades de dinero y que a pesar de ser procesados juzgados y algunas veces encarcelados, en general son envidiados, idolatrados y hasta se les ha podido ver, formando parte en tertulias y coloquios televisados mas o menos frívolos, argumentando sus peripecias con un cinismo arrogante, sin la menor consideración con los perjudicados, que prácticamente nunca gozan de las mismas posibilidades de expresión pública.
En casi todos los casos, sin eufemismos y en verdadera justicia, el antaño llamado pícaro, hoy día es realmente un delincuente.

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EL CORDERO PROPICIO
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Cerrillo del Pinar es una pequeña aldea serrana de alrededor de unos 350 habitantes, situada al Norte de Madrid y que el penúltimo año del pasado siglo XX, tuvo un efímero desarrollo publicitario a raíz de haberle tocado el primer premio de una Primitiva, al alcalde pedáneo, a la sazón Don Pascual Cejón, de 55 años, casado y con una sola hija. Era un honrado y noble castellano, tripudo, bonachón, sagaz jugador de mus y propietario de la solitaria y modesta taberna y que aparte de un pequeño local que vendía un poco de casi todo, eran los dos únicos comercios del lugar.
Don Pascual, constante repetidor de las cifras de su DNI y el de su señora, Doña Remedios, divididas convenientemente en unidades y decenas, había acertado con la combinación que le proporcionó mas de 125 millones de pesetas.
El buen hombre, soportó como pudo durante un par de días, la avalancha de vecinos y curiosos que le felicitaron y adularon, aparte de unos cuantos reporteros de radio y televisión, que acudieron y descubrieron esta ignota aldea, en busca de las noticias, anécdotas y comentarios repetitivos, poniéndose hasta el culo de la comida y bebida que el paciente Don Pascual prodigó gratuitamente entre apretones, sonrisa y collejas discretas, repitiendo hasta su límite, por imperativos de la prensa, la clásica estampa de verter hacia el público el agitado contenido espumoso de las tres botellas de El Gaitero que había en la tasca, mientras su fiel Remedios y la Martina, con blancos y flamantes delantales festonados, salían cada poco de la cocina, con fuentes de jamón, queso, chorizo y torreznos.
Pasada la publicidad, la euforia y el tiempo, tras un periodo de rumiar ideas, empleando solo una pequeña parte de ese dinero, amplió el modesto bar, aprovechando el espacio de las antiguas cuadras, convirtiéndolo en el Mesón-Asador Pascual, y posteriormente, con una noble y doble intención, contrató al Ciriaco, novio de su hija, que hacía ya dos años largos que trabajaba como camarero en Madrid haciendo sus ahorros para casarse con la Martina, a quien iba casi todas las semanas a ver al pueblo y de paso a pegarse unos revolcones.
Acabada la instalación del mesón, casados el Ciriaco y la Martina sin mucha pompa ni derroche y al regreso de su viaje de novios por Madrid y Mallorca, se encontraron con dos habitaciones arregladas en la misma casa de Don Pascual, encima del negocio, formando una sociedad familiar, en la cual la Martina pasaba a los fogones, ayudando y colaborando con Doña Remedios, Ciriaco, junto con un pinche, seguía como camarero y Don Pascual, seguía tras de la barra, a cargo de la caja, haciendo café y sirviendo las bebidas, solo los sábados y domingos, que era cuando solían venir los madrileños y prácticamente llenaban el flamante establecimiento.

EL LOBO Y LA GALLINA CLUECA

Don Luis Ignacio Pernada, arquitecto por aburrimiento, tras largos años de estudios compaginados con juergas y francachelas, le había echado un ojo calculador a Dª Mercedes de la Pradera, aspirante y casi desesperada dama, ya bastante ajada, bien adinerada y alhajada, perteneciente a la medio alta sociedad de entonces, bien encajada entre el Movimiento y la Iglesia y que tenía parecidos antojos y bastantes contactos con la hija de la Señora de El Pardo. La casi cuarentona y poco agraciada vacante, hija de un avispado, conocido y bien protegido estraperlista de altos vuelos, le había sido presentada por el Conde de Malatorre, noble arruinado que mantenía su estomago, clase y escudo de armas, gracias a su hipotecada finca, abundante en ciervos y venados, organizando monterías para los políticos, trepadores y nuevos ricos del sistema y en donde a la vez que de vanidoso anfitrión, ejercía como sablista, comisionista, alcahuete y coordinador de amistades interesadas.
Don Luis Ignacio Pernada, depredador social por afición, calculo y necesidad, con su lustrosa presencia, su título y gatería, hizo elevar el bajo porcentaje de humedad de Dª Mercedes, quien tras unos pocos meses de tanteos, tonteos y hábiles acosos, durante una noche tumultuosa en el Parador de Gredos, seducida por las promesas de matrimonio y pletórica de una embelesada papalina de Codorniu, perdió la flor, dejándose cabalgar a galope perdido, por aquel babeante y fogoso caballero, que parecía había dado vida a su marchito cáliz .
En 1965, contrajeron matrimonio canónigo en la Iglesia de los Jerónimos, con asistencia de prestigiosos testigos e invitados, la consiguiente celebración en el Ritz y el viaje de novios a la isla de Corfú.
Ya de regreso, fijaron su residencia en un magnífico piso del Paseo de Rosales, con una impresionante panorámica hacia la sierra y el Parque del Oeste a sus pies. Don Luis, esta vez legítimamente y haciendo honor a su apellido, había cubierto debidamente y en contadas ocasiones a su ansiosa esposa, hasta hacerle prender un hijo, casi a las puertas de la menopausia. Doña Mercedes, nueve meses después, dio a luz un hermoso varón, de pelo rubio y cuello largo, al que impusieron el nombre de Juan Luis , con lo que ella logró completar su condición de mujer y su marido satisfacer el ego machista, además de que desde entonces, pudo justificar el progresivo distanciamiento de su cónyuge, muy ocupada y preocupada por sus dolores de cabeza, engordes, sofocos y las visitas constantes a médicos, psicólogos y gimnasios, aparte de los recorridos por la calle de Serrano en busca de la reposición de su vestuario y el de su creciente retoño.
Con el paso de los años y continuando con la resignada actitud de sometida mujer española, ella continuó moviéndose mayormente entre otras conformadas damas, (señoras de señores con Mercedes del PMM con cortiníllas) organizando partidas de bridge para conseguir ropa usada para los pobres de Canillejas, presidiendo mesas petitorias en la fiesta de la Banderita y obteniendo los mejores palcos en el Teatro Calderón, cuando año tras año Doña Carmen presidía un adobado espectáculo folklórico, con la noble intención de acabar con el chabolismo mas cercano.
A su vez, Don Luis Ignacio, por medio de las nuevas amistades adheridas, consiguió el puesto de Consejero Delegado y Asesor Técnico en una gran empresa constructora que estaba compitiendo con otras, en importantes y eternas obras públicas, a base de codazos y zancadillas, con calculadas y toleradas dilaciones en los pagos a la Hacienda y la Seguridad Social y mediante sobornos y comisiones a topos de ministerio, que filtraban las ofertas de los proyectos mas jugosos. En unos pocos años, se hizo con un potente y respetable patrimonio y mantuvo por conveniencia social su débil e irresponsable matrimonio, sin pretensiones políticas ni populares, muy bien camuflado entre aquella sociedad poderosa de los que no se movían mucho dentro del Movimiento y no se despegaban demasiado de la progresía, manteniendo hábilmente la doble moral y el ambiguo cumplimiento.
Con el paso del tiempo y tras fallecer el Gran Timonel, que ya tenía bastante anquilosadas las falanges de su férrea mano, con las ratas del barco que se hundía buscando nuevas despensas y con la posterior venida de la democracia, la empresa fue disminuyendo su fama y patrimonio, acabando por deshacerse en España pero creando una especia de filial semejante, en el Chile de Pinochet. Los tiempos y la competencia joven, habían ido bajando las categorías de muchos técnicos que no habían sido mas que profesionales del abuso y la marrullería mercantil.
Don Luis, ya sesentón, montó entonces un pequeño pero lujoso estudio en la Calle de Orense, con poco personal y se defendía a base de atrapar todos los proyectos que podía, sacándoles el jugo al máximo a sus clientes, con antiguos y nuevos sistemas de captación y engaño.
Como colaboradores fieles y ambiciosos, solamente contaba con José Manuel, arquitecto técnico adoptado paternalmente tras haber sido expedientado por prevaricación y cohecho como funcionario de la Gerencia de Urbanismo; Pepe Moreno, delineante que trabaja por las mañanas en el Ayuntamiento y de secretaria particular, tenía a Rosa, llamativa joven con un cuerpo esbelto que lograba introducir en una siempre escasa y precisa vestimenta. Sus habilidades administrativas no eran muy brillantes pero su papel de mantener las relaciones externas e internas de Don Luis lo ejercía con bastante discreción, al tiempo que le permitió ir asimilando unos conocimientos sociales muy apreciables.



EL CORDERO, EL LOBO Y LA RAPOSA LUSTROSA

Un sábado cualquiera de primavera, poco más o menos a los dos meses de la terminación del Mesón-Asador Pascual, Don Luis Pernada, aparcó su todo terreno en la pequeña placita de Cerrillo del Pinar, en la que había unos cuantos automóviles frente al mesón. Del otro lado del coche se bajó una bella joven, delgada. con zapatos de tacón alto, ajustado jersey de escote redondo y enfundada en unos pantalones vaqueros. Llevaba al brazo una chaquetilla de cuero y se estaba quitando una enormes gafas de sol. Con pasitos cortos y rápidos, se puso al lado de él y se enganchó en su brazo, mientras miraba cuidadosamente hacia el empedrado del suelo, pisando con cierta inseguridad.
Penetraron en el interior del mesón, echando una mirada en su entorno, como buscando una mesa. Casi inmediatamente, del fondo, junto a la barra, apareció Ciriaco, muy sonriente y haciendo unas pequeñas inclinaciones de cabeza.
- Caramba, Don Luis. Ya me creía yo que no iba a venir por aquí. Me alegro mucho de verle. Pasen, pasen por aquí que les voy a buscar una mesa. Si llegan a venir un poco mas tarde ya no encuentran sitio... claro que ya me ocuparía yo de encontrarle un espacio. Ahora les acomodo un lugar para estar más tranquilos.
Siguieron a Ciriaco, a través de unas cuantas mesas, llenas de madrileños domingueros en mangas de camisa y atuendos vaqueros dando rienda suelta a copiosos comidas, entre risotadas y fuertes voces. Casi al final del comedor, había una mesa de dos plazas con su servicio puesto, a la que quitó el cartel de reservado.- Siéntense aquí, por favor
- Bueno, bueno. Parece que esto va muy bien. Nos ha costado un poco de trabajo encontrar la desviación al pueblo, pero hemos llegado. Ya te prometí, cuando te marchaste de Madrid que vendría y aquí estoy..., bueno estamos. Aquí me acompaña mi... secretaria, Rosa, y aunque no lo parezca, hoy es un día de trabajo. Rosa, este es Ciriaco, del que te hablé hace un rato.
- Mucho gusto.- Dijo Rosa, haciendo un leve gesto con las cejas y mirando un poco despectivamente a las manos de Ciriaco.
- Igualmente, seño...rita- dijo Ciriaco un poco avergonzado, ocultando las manos tras la espalda y echándole una giratoria ojeada al tetamen de Rosa...- Vayan pensando lo que van a comer, mientras les pongo unos aperitivos... supongo que Ud. Don Luis, como siempre a esta hora, se tomará su Rioja., ¿y la señorita?.
- Yo me tomaré una ginebra con tónica.
- No le hagas caso Ciriaco. Tráele otro Rioja, bian chambree.
Mientras se retiraba Ciriaco, Don Luis moviendo la cabeza le dijo a su acompañante: - No vas a aprender nunca Rosa.. No me seas vulgar... Deberías de saber ya, que no es de buen tono tomar bebidas fuertes antes de comer... Además sería un pecado tomar ginebra, con el jamón que nos van a poner... que ya lo he visto al pasar..,
- Vale Luis, ya sé que soy un poco chabacana para ti, menos cuando tengo que complacer tus guarradas en la cama... Y este Ciriaco ¿es quien dices que era un buen barman en el Pub que hay debajo de tu casa? Pues tiene pinta de paleto. ¿Te has fijado en sus manos?
- Sí, ya. Se nota que aquí trabaja mas duro, y que cuida algo menos su aspecto, pero... esto es más típico, mas autentico y está todo bastante limpio. Es un buen hombre... y muy discreto.
En ese momento, regresaba Ciriaco con una bandeja en la que se veían diversos platillos, una botella y un par de vasos Quitó los vasos de agua y fue colocando los diversos aperitivos en la mesa. Después, enseño la botella a Don Luis, que hizo un gesto de aprobación, mientras se metía en la boca una lengüeta de jamón.
-¿Les parece bien, de momento?- Después, para comer, tenemos nuestra especialidad en las chuletas y la pierna de cordero. También hay cochinillo, conejo y...
- ¿Tienen Uds. langostinos o algo de pescado?
- Por supuesto, señorita, pero... en confianza.- dijo bajando un poco la voz y mas aún la mirada hacia la oronda pechera. - menos las carnes y verduras, lo demás es congelado. Comprenda Ud. que aquí, entre semana no es normal que nadie pida pescado... pues incluso las personas que mantienen un régimen o no quieren engordar, se conceden un día de darle al gusto. De todas maneras, también le podemos hacer una tortilla de setas, espárragos, etc... Se lo van pensando. Buen provecho...
- Que puñetera manía tenéis ahora las mujeres con el dichoso engorde. Tú come lo que quieras, pero no me pierdas ese buen par de tetas, porque te dejo plantada. – intervino Don Luis, haciendo hacia ella como una especie de empujoncito con el cuerpo.
- ¿Y eso no es una vulgaridad y además una insolencia? Aunque no me sorprende nada de los hombres., para quien las mujeres no somos más que eso...
- Tú, disfruta de lo que se te ofrece y no te quejes, pues no te va mal la vida, comparando con tu puesto en el banco, delante del ordenador y estirando tu sueldo como podías
Acabaron con los aperitivos y después siguieron con los platos que les fue sugiriendo el propio Ciriaco, teniendo en cuenta los distintos gustos de ambos comensales. Una vez acabada la comida Don Luis, encendiendo un cigarro, pidió le trajera la cuenta y le felicitó por su calidad y su buen servicio, halagos que su compañera también prodigó, tras un discreto codazo.
Al poco tiempo, volvió Ciriaco, acompañado por un señor, entrado en años, camisa blanca y chaleco, buen color de piel y cara simpática. Con un ligero carraspeo dijo: - Perdonen. Les voy a presentar a mi suegro, Don Pascual. Este es Don Luis y su secretaria la señorita Rosa. Mi suegro me ha dicho que están ustedes invitados por la casa..-. Don Pascual hizo como una especie de inclinación de cabeza, sin atreverse a dar la mano.
- Caramba Don Pascual, mucho gusto y muchas gracias.- dijo Don Luis, alargando la suya.- No debía de aceptar esta invitación, pero no quiero que lo tomen a mal. Siéntese aquí con nosotros y tómese una copita, que esta la pago yo.-
- Con permiso.- dijo, sentándose algo torpemente en una de las silla a un lado de los comensales.- En cuando mi yerno me dijo que estaba Ud. aquí ya le advertí que no se le ocurriera cobrar, al menos esta primera vez, que espero se repita pronto.- hablaba algo entrecortado, no atreviéndose a mirar casi a la compañera de Don Luis.
- Ha hecho Ud. una buena adquisición con su yerno. Es un magnifico profesional y muy buena persona... y aquí tienen montado un buen negocio, muy simpático y sobre todo, de gran calidad. Es una pena que no disponga Ud. también de un hostal, un pequeño hotel, con unas pocas habitaciones, que ahora están muy de moda y que se llenan siempre, sobre todo los fines de semana.
- Pues de verdad que últimamente lo estaba pensando, pero lo cierto es que me echao patrás, porque también hay mucho golfo por ahí, que viene a estos sitios, solo para... ya me entiende Ud., y no quiero que esto tengo otra fama, mas que la del buen comer. Y el que quiera juerga... ya sabe, carretera y manta.
-Tiene Ud. mucha razón Don Pascual. Cada cosa en su sitio y en su momento, Pues como le digo... aquí se ve que se gastó un pastón, pues es una buena construcción, tiene unos buenos muros y muy buenas condiciones para ampliarlo.
En ese momento, apareció Ciriaco con unas botellas y copas. Le sirvió a Don Luis primero un buen cognac francés, le puso una copita de anís a su suegro y de otra botella, le sirvió a Rosa, un licor de color oscuro.
- Verá Ud. señorita Rosa, como le gusta este licor de bellotas.
Ella hizo un gesto indefinido, subiendo los hombros- Si no le gusta, le servimos otra cosa.- terció Don Pascual. y volviéndose hacia Don Luis, continuó.
- Pues lo cierto, es que no me gasté tanto como parece. La casa, ya existía de antes y esto es parte de las cuadras... y la obra, la llevé bien ajustada con uno de aquí mismo...pero aun me queda un buen lote de “lechugas” en el banco.
- Pues no las deje ahí, Pascual... ya sabe que el dinero en los bancos no produce. Hay que invertir, comprar y sobre todo construir, que eso vale cada día más...
- Eso ya lo sé bien, nos ha jodío. Como que también Ud. barre para dentro, pero... el caso es ahora al pronto, se me ha venido a la mente que... pues verá: mi señora, que está ahí en la cocina, ya no es una niña, trabaja mucho y de estar tanto de pié, se ha resentido de las varices... y ya va siendo hora de que se retire, al menos en parte, de tanto trajinar. Por otra parte, el Ciriaco y mi hija, debieran ya de tener casa propia y espero que cuanto antes, tengan uno o dos hijos. Como el negocio marcha bien, podemos contratar una chica del mismo pueblo, para ayudar en la cocina, pues la Martina ya sabe guisar muy bien y además la Remedios, seguirá echando una mano, pero más descansada. Y a lo que voy: como tengo un terrenejo aquí cerca, se me ha ocurrido que, podía levantar una casita, un chalé de esos, y así mi hija se quedara a vivir encima del negocio, solos, como deben de estar los matrimonios...
- Y estaba usted pensando en mí, para que le hiciera un proyecto. - anticipó estratégicamente Don Luis, olisqueando ya un posible negocio.
- Pues la verdad es que sí. Ha sido muy oportuna su visita, pues si no es por su presencia, no se me hubiera ocurrido. El Ciriaco me dijo que era Ud. un arquitecto muy afamado y ya que...
- Ni una palabra más, amigo Pascual. Ha tenido Ud. una buena idea. A los jóvenes, hay que dejarles que se abran camino y darles una buena oportunidad. No se preocupe que yo le haré una casita, que va a ser la admiración de todo el concejo.
- No, si tampoco quiero una gran cosa. Me da un poco de apuro, el que Ud., tan ocupado y tan importante, pueda perder el tiempo en una pequeñez... Yo y mi señora, al fin y al cabo, no queremos mas que una pequeña casa, con un par de alcobas, el baño, una buena cocina y la sala de estar, y como el terreno tampoco es demasiado grande, no es cosa de agobiar y no lo digo por el dinero, que creo me alcanza de sobra, pero es que no quisiera tampoco que le fuera un trastorno en su trabajo.
- No se preocupe que para eso estamos. – Dijo Don Luis, dando una palmadita paternal en el hombro de Don Pascual, dirigiéndose después a Rosa, que estaba muy callada fumando cigarrillo tras cigarrillo.- Rosa. ¿Nos queda, por casualidad, alguna hoja de encargo?
Ella, hizo como que lo pensaba un par de segundos, aplastó el cigarrillo y poniendo cara de importancia, contestó:- Ah, sí, Don Luis. Creo casi seguro que en la cartera que tiene en el coche, hay alguna, todavía. Si me deja las llaves, voy ahora mismo a mirar.
- No se moleste, señorita. Tampoco es puñalada de pícaro. La verdad, es que la idea se me ha ocurrido casi al pronto y aún no sabe nada mi señora, aunque hace un par de días, aun hablamos algo de que fuera dejando el trabajo..., que ella no es tan joven y tan buena moza como Ud. – intervino Don Pascual, aprovechando para echar un generoso y pausado vistazo a las pechugas de Rosa.
- Pues cuanto antes lo haga, mejor para la pobrecita. Usted, que se ve... que tiene buen ojo para las mujeres, ya sabe que nos gusta que nos traten con mimo, como a los gatitos. Bien calentito, descansando juntitos al lado de la chimenea... - le contestó Rosa, haciendo un movimiento mimoso con los hombros encogidos y marcando bien el canalillo.
- Bueno, si claro- balbuceó el hombre, un tanto abochornado, desviando su delatora mirada hacia Don Luis, que asentía complacido, con la cabeza. – Pues, ha acertado aquí, la señorita con lo de... la chimenea.... Sí que me gustaría una buena chimenea de piedra... que con la leña que hay por aquí, me haría un buen avío.
- ¿Y que tal es el terreno? Convendría verlo, antes de hacer unos monos.
- Pues si quieren ustedes, podemos ir ahora mismo, que todavía hay buena luz. Está muy cerca, a menos de cinco minutos.
Apuraron las copas y se pusieron en pié. Rosa, con cierto tambaleo, dijo que necesitaba ir antes al aseo, indicándole Don Pascual la puerta de los servicios.
- Vaya Ud. tranquila señorita, que aquí los servicios están como los de un quirófano y fíjese de paso en el alicatado, que es ese de los anuncios de la china en la tele.
Mientras se retiraban entre las mesas, Don Pascual saludó a algunos clientes, dándoles las gracias por sus elogios. Casi todos estaban ya consumiendo copas de licor y flotaba una mezcla de olor a cigarrillos, puro, sudor y brasa quemada. Cuando apareció Rosa, recién maquillada y aliviada, seguida por unas cuantas miradas vidriosas, ambos ya estaban esperando junto a la puerta.
Salieron los tres al exterior, esta vez Rosa discretamente separada de Don Luis, respirando complacida el suave y limpio aire de la tarde serrana, con algunas nubes rosáceas y un fuerte olor a pino fresco.
- Pues hemos comido muy bien, cómodos y amablemente atendidos, Don Pascual. Tiene aquí un bonito negocio y tranquilo... y es un acierto el tener apagada la televisión a la hora de comer.
- Pues, si es verdad. Solamente entre semana, que no hay muchas comidas y suele haber partidas de mus, la tenemos por aquello de dar un poco de ambiente... claro que cuando hay fútbol, es obligado porque hay muchos clientes que prefieren verlo aquí mejor que en su casa, por los comentarios y las copas.- Bueno qué, ¿nos vamos al terreno?.
- ¿Está muy lejos de aquí?
- ¡ Quiá ¡ Esta ahí mismo, a dos pasos, calle arriba.
- Don Luis... Si no les importa me quedo en el coche esperando... es por los tacones.
- Como quieras, Rosa. Ten las llaves y échate una cabezada. A mi me viene muy bien el caminar un poco y bajar la digestión. No atiendas ninguna llamada del teléfono.
Rosa se dirigió hacia el automóvil, mientras Don Pascual y Don Luis, se fueron calle arriba, haciendo los comentarios clásicos sobre la diferencia de la vida de en el campo con la ciudad, la tranquilidad, el buen comer, el aire...
- Pero no se crea Don Luis que esto es tan llevadero, sobre todo en el invierno, que aquí hay un frío del carajo y viene mucha menos gente... además aquí... de diversiones nada y que tampoco se ven mujeres como la señorita Rosa, que eso... alegra siempre la pupila... ¡ Digo ¡
- Hombre, Don Pascual, ya se sabe que hay ciertas cosas que no se pueden comparar, pero aquí se disfruta de la familia y la paz con un trabajo tranquilo y bien hecho, como Dios manda.
- Eso si es verdad, Don Luis.... aquí no hay los peligros de la capital y nadie le pone los cuernos a nadie, aunque alguna envidieja, no falta tampoco, pues siempre hay alguna turista de esas que parece van pidiendo guerra, que le ponen la sangre caliente a los mozos...y a los maduros.
Curiosamente, ambos parecían presentar unas personalidades bastante distintas de las suyas propias. Uno se hacía el puritano y el otro parecía buscar la picardía. Al poco rato, Don Pascual se paró y señaló hacia un lado.
- Ahí lo tiene Don Luis. Ese terreno, la compró mi padre, hará como unos 40 años. Después plantó el sauce ese, cuando le nació el primer nieto, abrió un pozo y nunca lo dedicó a nada, más que al pastoreo de algunas ovejas un par de veces al año, para mantener la hierba. Hace unos pocos años, hice el cerramiento, para evitar que me acamparan los excursionistas, que lo dejaban lleno de mierda. Como verá hay un risco de pedrolos casi en todo lo alto, que más vale no tocar y que es bueno para el verano. Y yo creo que la entrada a la casa y al garaje podría venir por la parte esta baja, por aquello de la pendiente... Ah... y me gustaría poder ver el sauce, a ser posible desde el sillón de la sala.
- Es un buen lugar y parece un terreno bueno.- dijo Don Luis, hincando los tacones en el suelo un par de veces y sacando una pequeña agenda con bolígrafo de su chaquetón. - Parece que tiene como unos 6.000 metros cuadrados, diría yo.... pendiente suave hacia el Norte, mas o menos y una buena cerca, con esos pinos al otro lado. Bien, yo tomo nota de momento para iniciar el anteproyecto, mientras mi topógrafo me hace el levantamiento definitivo del terreno con sus cotas y su situación.
- Oiga Don Luis, si le hace falta un adelanto para los gastos iniciales, me lo dice ya y ahora mismo le hago un talón por lo que Ud. quiera.
- Por Favor, Don Pascual, estamos entre caballeros. Ahora no hay mas que hablar, salvo el que firme luego, antes de marcharme, la hoja de encargo, que es uno de los trámites necesarios por parte del Colegio de Arquitectos. Luego ya vendrán los papeleos de gestión, permisos municipales, licencias, sondeo, etc. que eso si se lleva unos cuantos billetes. Fíjese Ud., que esos al final, ganan mas que uno... que se lo digo yo, amigo Pascual.- dijo paternalmente Don Luis, dándole de nuevo unas palmaditas en la espalda e iniciando el retorno.
Por el camino, Don Pascual, comentaba que él podía encargarse de algunos trámites municipales, en razón de su cargo, argumentándole Don Luis, que todo eso, sería cuestión suya y de una agencia de su confianza, quien abreviaría con más rapidez todo el proceso.
Cuando llegaron junto al todo-terreno, Rosa estaba ligeramente reclinada hacia atrás en el asiento, fumando y escuchando una música rockera. Apagó el cigarrillo, bajó el volumen de la radio y se apeó del auto con una carpeta de cuero y un bolígrafo en la mano.
- Que pronto han venido. Aquí tiene la hoja de contrato Don Luis.- dijo, presentado la carpeta abierta.
- Tómale tu misma los datos a Don Pascual y que firme luego.
Rosa, fue preguntándole pausadamente nombre completo, dirección, documento de identidad, cuenta corriente, etc. escribiendo sus respuestas, con cierta dificultad, apoyando la carpeta en el capó. Terminado el breve interrogatorio, se volvió hacia él con una sonrisa y le pasó el bolígrafo.
- Firme Ud. aquí abajo y a la vuelta. Del resto, ya no encargamos nosotros de rellenarlo. – le dijo cuando Don Pascual se agachó ante la carpeta, al tiempo que le clavaba uno de sus prietos senos por detrás.
Don Pascual, nervioso, sofocado y resoplando, plantó su firma en los lugares que Rosa le iba señalando, mientras sentía el calorcillo, la presión y su respiración en su espalda, junto con un excitante perfume.
- Pues muy bien, amigo Pascual, - remató Don Luis, volviendo a darle la mano con la consiguiente palmadita en el hombro. - Ya verá que satisfecho se va a quedar con la casa, que además será la joya del pueblo. Despídame de Ciriaco, pues se nos ha hecho un poco tarde... y ya no veremos con frecuencia, en cuanto empecemos a subir obra. Tenga, le dejo una tarjeta mía, por si se le ocurre algo.
- Ya sabe donde nos tiene, Don Luis y lo mismo le digo a usted señorita Rosa... y le insisto, en cuanto necesite del dinero, me lo dice con toda confianza, que no vamos a tener problema -. Fanfarroneó Don Pascual, volviendo echarle una tierna mirada a la secretaria, que ya estaba entrando en el automóvil.
Don Luis, después de quitarse la zamarra, se sentó y puso en marcha el motor, que soltó una apestosa humareda de gasoil. Rosa, con la ventanilla abierta, saludó con la mano y dijo: - Muchas gracias, Don Pascual. Ha sido muy atento y toda ha estado muy bien.
- Usted si que está...ejem, Es usted es la que ha sido muy amable. Adiós.
Cuando el automóvil se fue alejando, después de haber manejado la palanca de cambio varias veces, Don Luis, posó su mano sobre los muslos de ella, dándole suaves toquecillos.
- Al final has estado muy hábil Rosi, muy hábil... y hasta has puesto cachondo perdido al bueno de Pascual, que se ha quedado con las ganas de pegarte un buen pellizco...como el que le vamos a pegar a él...
El pueblo se fue quedando atrás y el automóvil se dirigía hacia un poniente rojizo, con retazos violáceos y amarillos perseguidos por un manto oscuro. El pícaro, también había cubierto el objetivo.



LA CUEVA DE ALIMAÑAS

Al lunes siguiente, ya en su gabinete-estudio-taller-oficina-empresa-cubiculario, Don Luis empezó a estudiar el caso y a mover piezas, pensando que el tener aseguradas sus vacaciones próximas en Jamaica, bien merecía la pena dedicarle un tiempo al pequeño proyecto de D. Pascual. A su avispado delineante, le encargó que buscara algún proyecto de vivienda unifamiliar, de los que guarda en el archivo del ordenador, para hacer una adaptación momentánea. A José Manuel Sousa, aparejador, le comunica el caso y le indica que vaya preparando y definiendo materiales, calidades, plazos, etc., así como que se pusiera en contacto con un topógrafo para que levantara un plano del terreno. A Rosa, le sugiere que puede ir tramitando toda la documentación con la agencia de siempre y por último conecta con su amigo Nino, para cenar esa noche y hablar del tema.
En la actualidad, el tal Nino, Saturnino Peláez, ya es un constructor muy conocido y admirado por su rápido ascenso social y económico. Había trabajado como peón, oficial, guarda, encargado y posteriormente como jefe de obra en Dragados, hasta que pegó un salto adelante, emancipándose de esa empresa, gracias a un supuesto golpe de suerte de la Lotería, subiendo desde entonces escalones a gran velocidad, pasando de vivir en el barrio de Usera a la Moraleja en menos de tres años con el consiguiente cambio de amistades, automóviles, restaurantes y costumbres. Se había hecho un experto catador de vinos y un déspota en las comidas, exigiendo el punto exacto de coción de los langostinos, el justo tamaño del rodaballo y la vuelta y vuelta del solomillo. Al año y medio de estar gozando del cuerno de la abundancia y de cierto predicamento social, se avergonzó de su mujer Marcela, que años atrás le había ayudado a sobrevivir trabajando de asistenta por horas. Con la ayuda de sucios argumentos, no menos manchados abogados y pringosos testigos consiguió el divorcio, convirtiéndose en otro mas de los perseguidos solteros de oro y dedicándose a su libre expansión laboral y corporal, incorporándose cada vez mas a la frívola, epatante y abundante sociedad de nuevos ricos rápidos de los años 90, perfectamente mimetizado entre ese mundo de lechuginos, petimetres y horteras amorales, que estaban en constante y obsesiva fase ascendente. Ya estando a punto de cumplir los 60 años, en una veraniega fiesta en el Puente Romano de Marbella, se encaprichó rijosamente de Sony, una ex- modelo de 30 años, que había engordado demasiado para los gustos de los extravagantes modistos, pero que satisfacía plenamente los deseos internos y externos de D. Saturnino, exhibiéndola desde entonces, como un trofeo mas de sus triunfos.
Don Luis, coincidente en bastantes aspectos morales, cultuales y éticos con Saturnino, y actuando siempre como pez rémora, fue aceptando y acercando su trato con él, inicialmente en ambientes de tenedor y copa hasta que fueron confrontando sus propias vivencias, ambiciones y planes, siempre con la ventaja para Don Luis, de estar en un plano superior, dada su categoría, profesión, edad y alcurnia, además de actuar como maestro en la enseñanza de trato, modales, manejo de cubiertos y otros amejoramientos externos de Nino, aunque sin lograr nunca pulirle demasiado su vocabulario, sobre todo en los momentos de irritación. Cada uno hacía uso y disfrute de las particulares relaciones comerciales del otro, colaborando y confabulando en conseguir obras de alto beneficio y en dos ocasiones, en viajes de fin de semana, habían llegado a relaciones más cercanas, compartiendo unas rayas de coca y la pareja.
A la semana siguiente de su decisión inicial, Don Luis reunió a su equipo para rematar el proyecto, aunque aún solo disponían de un plano provisional del terreno. Pepe, el delineante, consiguió del ordenador un chalé que coincidía bastante con el programa expresado por Don Pascual, salvo diferencias en las dimensiones, que eran algo mayores y que según opinaron todos, favorecía y mejoraban la calidad y sobre todo, inflaba más el presupuesto. Se definió pues el proyecto y cada uno pasó a desarrollar su labor correspondiente; Rosa a los contactos y consecución de documentos, Pepe a rematar planos, con sus fachadas, secciones, cumplimiento de normas, etc. y José Manuel, se dedicó a la memoria, pliego de condiciones, mediciones y presupuesto, todos definitivamente comprometidos a realizar su trabajo con un plazo de una semana y media, como máximo.
A los quince días, estaba todo prácticamente terminado, salvo el situar debidamente el chalé en el terreno, cuyo plano topográfico exacto había llegado el día anterior. Don Luis, decidió que no había que demorar más el tema, por temor a posibles arrepentimientos de Don Pascual y por necesidad de cobrar los honorarios correspondientes, por lo que le pidió a Rosa, que le pusiera en comunicación con D. Pascual.
- ¿Oiga Mesón Pascual? Ah... Ciriaco, ya reconozco tu voz. Soy Don Luis Pernada, desde Madrid. ¿Se puede poner tu suegro? Ah ya... de reunión municipal... vale. Pues os llamo para comunicaros que está todo dispuesto y que nos hace falta que se venga por aquí, para que nos eche unas firmas y vea el proyecto...Ah vale, pues cuando regrese, que nos haga una llamada y se ponga de acuerdo con Rosa, ya sabes, mi secretaria, para que fijen día y hora aquí en mi estudio y rematar el tema...- Ah y que no se olvide del talonario, pues los gastos ya van subiendo... ¿Cómo sigue todo por ahí ?.. – Bueno, bueno, no os quejéis... estoy seguro que os estáis forrando. Yo ya hago una buena propaganda por aquí entre mis amigos. Un abrazo.
Colgó el teléfono y se volvió hacia su secretaria que se estaba limando las uñas disimuladamente.
- Bueno Rosa, En cuanto nos firme el talón el Pascual este, ese fin de semana habrá que acercarse al pueblo, porque Nino querrá ver donde sitúa la oficina de obra, las tomas de agua y electricidad y todas esas cosas que a él le gusta personalmente decidir.
- ¿Tendría que ir yo, también?. Tenía pensado tomarme un fin de semana para ir a ver a mi madre, que ya te dije está algo pachucha, si no te importa, claro -. Rosa, había iniciado un acercamiento zalamero hacia su jefe en el momento en que tras un par de golpes de nudillo en la puerta apareció Pepe, el delineante.
- Con permiso, Don Luis. Tenemos una pega con el emplazamiento del chalé y me gustaría que echara un vistazo.
- Ahora voy, Pepe. Rosa, arregla las cosas como mejor te venga, pero prioritariamente está el tema firma y talón. Cuando llame Don Pascual, arréglalo de la manera mas conveniente...aunque también depende de lo que Don Saturnino piense al respecto.
- No se preocupe Don Luis. No hay problema por mi parte.
Seguido por Pepe, Don Luis se dirigió a la mesa de este y se inclinó sobre la pantalla. – Vamos a ver. ¿Qué es lo que pasa aquí?.
Pepe, se sentó un momento frente al ordenador y manejando el ratón y unas teclas, apareció el terreno con una superposición en otra capa, de la planta. - Mire Ud. Don Luis, teniendo en cuenta las curvas de nivel, no nos encajan bien los escalones que tenemos. Es decir salen a la contra. Tendrían que subir en lugar de bajar. El porche, nos queda al Norte en lugar de al Sur y el garaje está en la parte alta. Además del tema de las rocas estas, que nos caen en parte dentro de la casa, aparte de que nos cargamos el sauce y... el saneamiento también nos viene a la contra.- y mientras le explicaba todo ello, iba deslizando la planta por el terreno en todos los sentidos.
- ¿Estás seguro de trabajar con la misma escala?. Vamos ver... déjame que piense un momento... ¿no puedes hacer una reducción de toda la casa, por ejemplo, de mas o menos un 10 %? Ah y además, invierte el sentido de la planta 180º... Prueba a ver.
Pepe, volvió a manejar el ratón, introdujo unas cifras con el teclado y apareció una nueva planta ligeramente reducida y en sentido contrario, que movió nuevamente por el terreno. – Bueno, parece que algo se arregla, pero seguimos con una pequeña parte de las rocas dentro.
- Nada, nada. Así vale. Elimina algunos peldaños. El saneamiento lo bombearemos y volaremos parte de las rocas, pero de eso se informará en su momento, después de firmado el talón.- y volviéndose hacia un lado, continuó. - Ya lo sabes José Manuel. Tenlo en cuenta para después meterlo en el capítulo de precios contradictorios pero sin que cambie nada del presupuesto, con respecto a esa reducción. Tirar para adelante y sacar copias de todo hoy mismo.
- Es Ud. un genio Don Luis. No se me había ocurrido esta treta de la reducción y la inversión y eso que no sabe nada de ordenadores...
- Nos es treta, Pepe. Es técnica, práctica, ingenio y sobre todo es eficacia crematística. Con esta mierda de chalé, pierdo dinero si lo contempláis demasiado y por otra parte, estos gañanes no tienen, ni saben otra manera de gastarlo y seguro que, al final, hasta presumirán de lo que les ha costado.
- Tiene Ud. razón Don Luis. El que sabe, sabe.
Don Luis, no demasiado halagado por el peloteo, se dirigió a su despacho y ante la puerta, en voz algo más fuerte, se volvió hacia el gabinete. -¿Os dais cuenta, de que de cualquier manera, tengo que estar yo en todo?
Pepe, asintió con la cabeza mirando a la pantalla, al tiempo que emitía un tenue silbido indefinido. Rosa desde su cercana mesa, miró a José Manuel. El arquitecto técnico, tras ver que Don Luis desaparecía de su vista, hizo un gesto de burla y mirando a Rosa, con la mano derecha en alto, adelantó los dedos índice y meñique.
Al fin, al jueves siguiente, a las 11 en punto, tras haberlo acordado por teléfono, Don Pascual, llamó a la puerta del estudio. Rosa, que ya llevaba ropita de Primavera avanzada, al acudir a la llamada, desabrochó un botón mas de su corta blusa y se bajó un poco los pantalones, ampliando la zona visible de estómago. Nada mas abrir la puerta, le dedicó una amable sonrisa.
- Caramba Don Pascual, que guapetón viene hoy. Pase, por favor. - Don Pascual, traje oscuro, camisa de rayas y corbata discreta, pasó al vestíbulo. En la mano llevaba una bolsa de plástico y tenía el rostro algo sudoroso y encendido, por lo que no se notó demasiado su sonrojo al ver a la exultante y exuberante secretaria, cuyo ombligo parecía atraerle de manera especial.
- Esto es para Ud., por amable y por guapetona.- dijo sacando una caja de cartón de la bolsa. – Son esas galletas, que hacen las monjas del convento cercano a Cerrillo..., y como aún tiene buen sitio para meterlas...que le aprovechen. Para Don Luis, he traído un par de botellas de cosecha particular, que tiene más de 20 años de reserva.
Rosa tomó ambas cosas agradeciendo el detalle y pidió que la siguiera, dando unos pasos de tipo modelo que aprendió de Sony, seguida por el sofocado Don Pascual con los ojos clavados en su trasero y balbuceando un “buenos días”, escuetamente correspondidos por los dos colaboradores, aparentemente enfrascados en sus respectivos ordenadores. Al indicarle Rosa el despacho, soltó un carraspeante “con permiso”, ante un Don Luis con camisa de cuadros y pantalón de pana, que se había levantado al verlo ante la puerta.
- Adelante, adelante amigo Pascual. Caramba que puntualidad más europea y de agradecer- saludó con voz un tanto impostada, alargando su mano derecha y palmeando el hombro con la izquierda.- Siéntese usted ahí mismo – y le señaló hacia unas modernas butacas bajas, de cuero y acero, de diseño especial, situadas a un lado de su mesa.
Don Pascual, miró el asiento y se dejó caer en él, mientras su chaqueta casi hacía estallar un botón por el esfuerzo y el cuero rechinaba y se adaptaba a su contorno.
Pitillos y copas de vino servidas por la sonriente Rosa, dialogo sobre la circulación y comentarios sobre el buen color de Don Pascual, que a su vez alaba la juventud de Don Luis.
- Pues no se crea amigo Pascual, que ya le llevo algunos años. Lo que pasa es que aquí en Madrid, en cuanto puedo, hago por las mañanas un poco de footing por el Parque del Oeste, que me queda al lado de casa y eso me mantiene en forma.
Don Pascual, le recuerda que él se patea el campo más que una hormiga y que su buen color, es de camisa “pa fuera, pues el cuerpo es blanco como la nácar”.
Terminados los prolegómenos, Don Luis, le indica a Rosa que vengan el delineante y el aparejador con la documentación completa. Cuando aparecen ambos, Don Luis, les presenta con cierta pomposidad.
- Este es Pepe, el mago del ordenador y que interpreta mis croquis y diseños como nadie. José Manuel, aparejador que se ocupa de la parte económica y técnica, que sabe mas que los libros sobre las mil peripecias que hay que resolver en un proyecto como este y que y le digo en confianza, tal como están las cosas hoy día, un chalé, da casi mas trabajo que un rascacielos... y no le digo nada si nos tropezamos con un constructor de esos retorcidos, que no entiende los planos. Le traen a uno de cabeza... pero todo se arreglará, pues aquí tenemos una buena organización y estamos para que todo el mundo se quede contento, aunque se gane menos. Pasemos a ver el proyecto.
Mientas Don Luis estaba hablando, Pepe había ido colocando ordenadamente sobre la mesa, varios grupos de carpetillas con planos y documentos. José Manuel, cambiaba la mirada del el techo al suelo, conteniendo el ligero cabreo que le producía Don Luis, cada vez que le presentaba como aparejador, en lugar de arquitecto técnico, que es como le gustaba. Con unos papeles en la mano y apoyándose en una y otra pierna, carraspeó al hacer su entradilla.
- Para no hacerle perder mucho tiempo, es mejor que firmen primero toda la documentación y ya luego se queda Ud. con Don Luis, que le explicará todo detalladamente. Este ejemplar es para Ud. para que se lo lleve y lo vea tranquilamente en casa.
Al ver que Don Luis, había empezado a trazar rápidos rasgos en los documentos, Don Pascual intentó levantarse, consiguiéndolo a duras penas, gracias a que se agarró firmemente al borde de la mesa, tras ponerse del color de la amapola temprana. José Manuel, ofreciéndole un rotulador de punta fina, le indicó el lugar en donde debía firmar y a la primera y apretada rúbrica rizosa que hizo Don Pascual, se rompió la punta.
- ¡Joer ¡ Me he cargado la pluma... y es que como yo estoy acostumbrado al “boli”...
Rosa le proporcionó rápidamente un bolígrafo al abochornado Don Pascual, que continuó firmando los documentos que le ponía delante José Manuel, sin poder echarles una mirada, puesto que se le iban acumulando los papeles y documentos, mientras Don Luis, prácticamente ya había acabado.
- Nunca había firmado tantos papeles, ni siquiera en el Ayuntamiento... y a propósito, ¿no les tengo que hacer algún talón?
Ambos técnicos se miraron de frente y se hicieron seña de dúplex altos. José Manuel, respondió muy reposadamente.
- Mire Don Pascual, entre estos últimos papeles que ya ha firmado usted, está este resumen, en el que hemos especificado todos los gastos habidos hasta el momento. Gestiones, permisos, tasas, licencias, tramitación, gestorías, etc. y los honorarios facultativos. Para que no haga tantos talones, es mejor que haga uno solo por el total y nosotros ya haremos la liquidación correspondiente.
Don Pascual, cogió la hoja, la miró de arriba abajo y al final movió la cabeza de un lado a otro, pero sin decir palabra, sacó de su chaqueta un talonario y lo fue rellenando pausadamente, comprobando las cifras. Finalmente estampó firma, con rúbrica y dos puntitos, cortó el talón y se le entregó a José Manuel, dirigiendo la mirada a ambos, en señal de aprobación y dejándose caer muy lentamente en la acogedora butaca, que le dedicó nuevas y quejumbrosas protestas.
- Joer ¡Pues parece que la cosa ya ha subido bastante y todavía sin poner un ladrillo....
- Ya sabe Ud. Don Pascual – cortó rápidamente Don Luis. - que hasta para morirse, hay que gastarse un pastón... No va a escatimar unas pesetas, para poder vivir cómodamente...- y dirigiéndose hacia el aparejador, con cara que ocultaba su satisfacción, mientras desplegaba unos planos, continuó.- Pues entonces José Manuel, ingresa hoy mismo el talón y liquida los gastos, que ya me quedo con Don Pascual para explicarle todo el proceso a seguir.
José Manuel, se despidió de Don Pascual, estrechando su mano y anunciando verle pronto en la obra. Don Luis, tomando una de las carpetas, empezó a sacar planos.
- Mire usted, este el plano de situación general, que tiene menos interés, en el que está situada la casa, garaje, accesos, etc. Aquí ve usted el pozo y el sauce, y en este lado de aquí, cerca del porche, le hemos proyectado una barbacoa de esas tipo americano. Esta es la planta de movimiento de tierras, excavaciones, etc.. y este otro el de cimentación, soleras, forjados con la estructura y todas esas cosas. En la planta general, podrá ver que hermosura de salón con la chimenea y su frente de librería, el comedor bien amplio, la cocina y los baños, que son de película, además de las dos espaciosas habitaciones y armarios empotrados abundantes. – Don Luis iba desplegando un plano tras otro planos, con celeridad y mostrándolos desde su mesa, mientras Don Pascual, estiraba el cuello, casi perdiendo la estabilidad y apoyando los brazos como podía en la butaca, trataba de enterase de algo.
- Aquí tenemos también estos otros planos, con la memoria de carpintería, estos otros con las instalaciones, fontanería, saneamiento, electricidad con todos los puntos de luz, enchufes y todo esto, que es algo complicado de ver. Mire usted que sección y que alzados mas bonitos, hasta con el detalle de la parabólica y el pararrayos... Pavimentos, alicatados, pintura, calidades... todo está aquí especificado y explicado con detalle. Le vamos a hacer una magnífica casa por solo 42 millones. Así trabajamos aquí. Le hemos hecho un hueco entre nuestros compromisos pendientes, con todo el interés y rapidez y... ya comprenderá usted, amigo Pascual, que todo esto, con muchas horas de estudio, dedicación, cambios y reuniones, casi lleva más gastos que beneficios.- remató finalmente, cerrando la carpeta.
- Desde luego Don Luis, hay que ver la cantidad de dibujos y rayas que ha hecho usted, aunque no entiendo la mayoría. Cuando hice mi mesón, no me dieron más que dos o tres papeles con los materiales y la mano de obra... pero, ¿cuanto tiempo calcula que va a llevar la obra esta?
- Mire Don Pascual, no le puedo dar una fecha exacta, porque es imposible. Aún tenemos que tomar algunas decisiones con respecto a encontrar un buen constructor, que nos marque plazos y precios y compaginar todo con nuestra agenda de trabajo que está muy cargada.
- Yo me podría ocupar de buscar unas cuadrillas por los pueblos del concejo, que hay bastante paro, y ajustarlo allí, como hemos hecho otras veces.
- Hombre, Don Pascual, no me va usted a joder al final este proyecto... que esta casa está proyectada con calidad... y no me va a meter a unos cualquiera, con todo el esfuerzo personal que hemos hecho por ella.... Yo ya tengo en mente un buen constructor, de lo mejor de la Comunidad de Madrid, Don Saturnino Peláez, de Construcciones Sapel... lo que pasa es que es un hombre muy ocupado y también tiene que encajar su tiempo y elaborar su programa. Yo le prometo que dentro de unos pocos días, nos acercaremos los dos por el pueblo y ya remataremos todo.- Con estas palabras, Don Luis se levantó de su asiento anatómico, en el que últimamente había estado reclinado hacia atrás.
- Serán bien recibidos por allí, que yo también sé corresponder, a mi modo. – contestó Don Pascual levantándose con la carpetilla de planos en la mano, pareciendo que ya la había cogido el truco al asiento. -...y a propósito, que le he dejado a la señorita un par de botellejas de un buen vino, sin marcas ni polvos, para usted, para que siga conservando ese buen aspecto.
- Pues también a su salud lo tomaremos, amigo.
Ambos salieron del despacho y Don Pascual, despidiéndose del delineante y de José Manuel al pasar, buscaba con la mirada a Rosa, que ya estaba esperándolos en la puerta. Cuando iba a darle la mano, ella se agachó ligeramente y le dio un par de besitos en las mejillas, con la correspondiente sorpresa y sofocón del receptor.
- Muchas gracias, Don Pascual. Es usted un encanto.
- Uf... que mas quisiera.... me gustaría....espero volver a verla también a usted por el pueblo, que...Uf... ¡que le levanta a uno... la moral, caramba ¡
- Huy... no creo... Mi sitio esta casi siempre aquí en la oficina. – respondió ella con voz tristona.
- Ya se verá, ya se verá...- intervino Don Luis, añadiendo con tono burlón. - ya le darás el gusto a Don Pascual... alguna vez.
Don Pascual, se sintió avergonzado al parecer evidenciarse sus ardores. Dijo apresuradamente “Adiós, adiós” y salió a paso rápido hacia la calle, sin volver la mirada.
Cuando Rosa, aguantando la risa, cerró la puerta, Don Luis, le hizo una tenaza en una nalga y le dijo en voz baja: - Cada vez te vas perfeccionando mas en el arte de la seducción...Este se va a tener que desfogar hoy con la parienta, porque lo has dejado mas salido que un seminarista. –
- Supongo que nosotros también lo celebraremos... de alguna manera, ¿no?.- inquirió ella con voz mimosa, pero zafándose de la mordaza.
- No te preocupes, que a partir de hoy habrá tajada para todos...


LA ESCABECHINA COMPARTIDA

Cuando dos meses después, se iniciaron las obras del chalet, Don Pascual ya casi se había olvidado hasta de la figura de Rosa. Había realizado numerosas llamadas al estudio de Don Luis pero no había logrado nunca conectar directamente con él. El aparejador, en una ocasión, le comunicó que habían aparecido “impedimentos técnicos transitorios” y sin embargo un buen día a primeras horas de la mañana, se presentó en el pueblo con una furgoneta en la que venían cuatro personas mas. Preguntaron por Don Pascual y le explicaron que iban a proceder a situar definitivamente la casa en el terreno. Acompañados por unos cuantos mirones del pueblo, se fueron al terreno y empezaron a cavar estacas, poner cuerdas y pintar rayas con cal en el suelo. Finalmente, dejaron un cartel que ponía “Aquí construye SAPEL”. Acabada su misión, se fueron al Mesón Pascual y se quedaron a comer los cinco, diciéndole al final a Ciriaco que abriera una cuenta especial a partir de entonces, con motivo de la obra.
Dos días después, apareció una pequeña caravana de vehículos, entre los que iba un camión con una pequeña excavadora y una hormigonera. Otro camión grúa, portaba una caseta metálica, un grupo electrógeno, diversas herramientas y material y finalmente, un todo terreno con personal de la constructora. Ese fin de semana quedó todo montado en la obra y al ver tanta eficacia, Don Pascual, se había creído, tal como el encargado de obra le aseguraba, de que aquello lo hacían en dos patadas y ya estaba convencido de que en poco tiempo tendría su casa.
Los primeros problemas surgieron con la cimentación, que estuvo parada más de un mes, a causa de los permisos para la adquisición de la dinamita, amén del papeleo y beneplácito de la Guardia Civil. Posteriormente al proceder a la voladura y a pesar de los avisos y de las precauciones tomadas, a causa de una imprevista fisura de las rocas, parte de estas se desviaron a una casa cercana, destruyendo un corral, matando a 5 gallinas y 4 conejos, amén de la rotura de unos cuantos cristales y tejas, lo que le costó a Don Pascual un disgusto y un enfrentamiento con el intransigente y envidioso vecino además de pagar con exceso los desperfectos.
Por no atreverse a hacerlo antes, a los 10 meses, también tuvo problemas con el contable de la empresa, para el cobro de las comidas de los obreros y los adheridos incontrolados, incluidas la fiesta de la puesta de bandera, puesto que habían consumido numerosos extras de comida, bebidas, tabaco y otros caprichos que excedían en más de 500.000 Pts. de lo concertado.
Don Pascual, todos los meses recibía de ese contable, unas certificaciones de obra que le parecían un galimatías, en las que estaban incluidos los honorarios del arquitecto y del aparejador y que él pagaba sin protestar. Don Luis solamente visitó la obra en dos ocasiones, una de ellas a la puesta de bandera, con lo que no hubo casi momento propicio para expresarle sus quejas y la otra en visita fugaz, en un día, que casualmente, Ciriaco le había advertido que no estaba Don Pascual. El aparejador, estuvo también dos veces, pero como era hombre de escasas palabras, lo poco que le explicó a Don Pascual, lo había hecho enseñándole planos, estadillos y cifras incomprensibles, asegurando que todo iba por la vía normal y que el mal tiempo, las subidas de precios del mercado y algunas dificultades técnicas, habían ido alterando ligeramente los cálculos iniciales.
Realmente tardaron 14 meses mas en terminar y los 42 millones presupuestados se fueron “justificando” con diversos gastos imprevistos, llegando a pasar de los 56, pero en este periodo de tiempo, los sucesos acaecidos, fueron minando la aparente cachaza de Don Pascual, hasta llegar a producirle una grave crisis nerviosa que le ocasionó una obsesión tal, que tuvo que abandonar sus obligaciones como alcalde pedáneo. Por recomendación médica, se pasó más de un mes, junto con su Remedios, en Benidorm, en donde los primeros días padeció de un problema de piel a causa del sol, seguida de una afección digestiva que le produjo constantes diarreas. Por compensación, su mujer, alejada de perolas y sartenes por primera vez en su vida, disfrutó del ocio plenamente, adquirió un buen color, y como no le gustaba la comida, disminuyó su peso, con lo que consiguió mejorar considerablemente su problema de varices. Don Pascual, una vez superadas sus indisposiciones y dejándose llevar por el ambiente, se hizo un adicto al Bingo por las noches y por el día se daba grandes paseos por la playa, lo que le proporcionó también un magnifico color de indio Cherokee, alegrando sus ojillos tras unas gafas de sol, con la contemplación de tantas Rosas y de la abundante exhibición de pechugas, ombligos y culos, logrando olvidarse casi por completo de su aborrecida obra.
Con unos cuantos kilos y pesetas menos, regresaron al pueblo, al comunicarles que la obra estaba a punto de terminarse y también que la Martina, estaba preñada. Cuando al día siguiente de la llegada, Don Pascual, con mi poca ilusión se acercó a la casa, al principio y desde lejos, le sorprendió agradablemente su aspecto, pero a medida que se iba acercando, la visión del entorno, le fue produciendo una serie creciente de sobresaltos, de manera que su morena cara, se fue tornando blanca de forma tal, que su yerno y el encargado creyendo que le iba a dar un pasmo le hicieron sentarse en una carretilla con sacos de yeso.
- ¿Pero que coño habéis hecho aquí...?. La madre que me parió... El terreno esta lleno de hoyos, papeles, plásticos y pegotes de cemento... Me habéis jodido dos encinas... y el sauce... ¿como cojones habéis arrimado tanto la casa al sauce? Además... eso no es una poda, es un destrozo. Y el pozo... tiene el agua con espuma y huele a demonios...
El encargado, hombre acostumbrado a estas reacciones, le fue calmando, asegurándole que en 48 horas, se quedaba todo limpio y recogido y que se llevarían hasta la caseta. Su yerno, nervioso, le animaba a que viera la casa, que ya estaba terminada y limpia y que además le habían comprado una cama para su alcoba y un sofá con dos butacas para el salón. Decía que la Martina, estaba como loca, de lo bonita que era y que todo el pueblo había pasado por allí...
- Piense usted, suegro, lo felices que van a estar aquí, cuando el nieto vaya correteando por el jardín en lugar de andar en el bar... y las partidas de mus que se va a echar bajo el porche ese...
Cuando ya más calmado, Don Pascual paso a ver el interior de la casa, fue mirando todo con una actitud un tanto indiferente, sin hacer comentarios, viendo como su mujer y su hija, pasaban de una habitación a otra, alabando el tamaño, los armarios empotrados y sobre todo el baño principal anexo al dormitorio, con una bañera jacuzzi, lavabo con pedestal, grifos monomando, además de un espejo ahumado de mas de dos metros. La cocina, que parecía un anuncio de Mister Propper, con azulejos y suelos superbrillantes era casi de mayor tamaño que la del mesón. Y el inmenso salón comedor, a un nivel mas bajo que el resto de la casa, en un costado, tenía un gran empanelado de madera barnizada, con vitrina, baldas, chimenea y una hornacina para el televisor.
Nada hizo cambiar el semblante de Don Pascual, ni siquiera el entusiasmo de su familia. El hombre sencillo y llanote se sentía avergonzado, desplazado, engañado y desilusionado. Al salir, solo hizo un comentario breve con un gesto despectivo.
– Esta es una mansión para un marqués, no para un rústico mesonero.
Una semana después, la empresa constructora limpió el terreno de escombros y restos, hicieron caminos y pasos con canto rodado, y hasta dejaron cubierta de grama toda la parte ajardinada. El último día, volvieron camiones y furgonetas y retiraron herramientas, materiales, cartel y caseta de obra y a media mañana, aparecieron el aparejador y el contable con los certificados de terminación de la obra, algo avergonzados y justificando la ausencia de Don Luis, por motivo de un viaje inesperado, aunque ambos sabían que había sido por el temor a enfrentarse con Don Pascual. Este, en la encimera de la cocina, firmó el talón de los últimos gastos que le presentaron como finiquito y liquidación, con los ojos irritados del enojo y por las sucesivas oleadas de abono mezcladas con los de barnices y lacas.
- Todo se ha acabado ya, ¿no?... pues a partir de ahora... “a tomar pol culo”...borrón y cuenta nueva... y el que quiera comer en El Mesón Pascual, va a pagar hasta los palillos... ¿Entendido? Ea pues. ¡Con Dios!
Contable y aparejador, se miraron en silencio, cogieron el talón y los documentos y se dirigieron al automóvil, sin volver la cabeza, con una cierta actitud de suficiencia para disimular el desplante sufrido. Ya dentro del auto, el arquitecto técnico pensó en hacerle un corte de manga a Don Pascual, pero pisó el acelerador a fondo, cuando vio que éste, pareciendo haberle adivinado su pensamiento, estaba muy cerca con un buen pedrusco en la mano.
Hasta pasada más de una semana, no empezaron a trasladar muebles y enseres a la nueva casa, aunque Doña Remedios y La Martina calladamente, había ido colocado algunas cortinas y cacharros de cocina. Cuando ya estaban viviendo de hecho, se fueron dando cuenta, de que su mejoría de calidad de vida, era cada día más dudosa. Ya habían empezado los calores y, dada la extraña disposición de la casa, el porche no quitaba sol alguno, pues estaba orientado hacia el Nordeste. Por el contrario, las habitaciones, recibían todo el sol del mediodía y poniente y se convertían en un horno. El pozo, seguía oliendo cada vez peor, sin recuperar su nivel y junto con la grama, produjo inmensas bandadas de mosquitos abrasadores. La parte alta de las rocas, se había quedado convertida en gran parte en un pedregal, en donde no había manera de colocar establemente ni una silla. El desmochado sauce, tuvo que ser talado finalmente, porque su cercanía a la casa, impedía abrir las contraventanas de la habitación principal. El sistema de riego automático fue suprimido totalmente, pues su regulación resultaba muy complicada y el consumo de agua, era excesivo.
Don Pascual, acabó lavándose en el fregadero, porque no sabía manejar el grifo monomando y mucho menos la dichosa bañera, que acabó usándose para dejar la ropa de la colada, utilizando la ducha del otro aseo. En el largo salón, los dos escalones de desnivel, bien brillante y pulido, hicieron caer por dos veces a Doña Remedios. La última caída, llevando una bandeja con vasos, le produjo rotura de clavícula y varios cortes en sus delicadas piernas. La hortera y deslumbrante boiserie, con la televisión enmarcada, quedaba muy lejos del sofá y las vistas del porche eran hacia la casa del enemistado vecino,
Cuando vino el otoño, la primera vez que en una fría tarde intentaron encender la chimenea, agotaron cerillas y papel sin poder lograrlo, hasta que se dieron cuenta de que el tiro vertical estaba prácticamente taponado. Dos días después y una vez desatascado el conducto, prendieron al fin papeles y astillas y después colocaron un buen tronco de encina, que fue calentando gradualmente el ambiente. Pero bien, por un brusco cambio del viento o por algunos residuos de barniz pegados al tronco, poco después empezaron a salir intermitentes lengüetadas de fuego y a rebufar humo en gran cantidad hacia el interior de la casa, terminando por abrir todas las ventanas, con los ojos hinchados, después de haber echado apresuradamente dos jarras de agua sobre el fuego, que ya había quemado una parte de la madera, de la parte superior de la chimenea. Los radiadores de la calefacción, si bien resultaban óptimos en las habitaciones, en el salón, dado su volumen, eran prácticamente insuficientes, por lo que Don Pascual, acabó por comprar un par de estufas de butano con ruedas, para no quedarse momificados.


ENCUENTROS Y FUGAS.

Realmente, la única satisfacción que tuvo Don Pascual pasado el tiempo, aunque el negocio del mesón seguía su camino normal, fue el nacimiento de su nieto, que por fortuna vino a este pícaro mundo, sano, hermoso y sin complicación alguna para su madre. Como la Martina se fue a parir a La Paz, en la capital, un día después del nacimiento, Ciriaco se acercó hasta el Pub en donde trabajó tantos años, a comunicarles la noticia a sus antiguos jefes y compañeros. Celebrado el acontecimiento y tras las copas y los brindis, comentó sobre su vida, su negocio y muy poco sobre el tema de la casa de sus suegros. Al hilo de ello, le comunicaron que Don Luis ya no vivía en el piso de encima, que se había separado de su mujer y que incluso había dejado un pufo de unos cuantos miles de pesetas , no solo en el propio bar si no también en el kiosco de las revistas y la administración de loterías.
Parece que el desencadenante inicial fue, que Don Luis, volviendo anticipadamente de un viaje de trabajo, se presentó de manera inesperada en el nidito de amor que le tenía puesto a Rosa, sorprendiendo en él a su unigénito, indefinido, gomoso y alejado hijo Juan Luis Pernada de la Pradera, en concreto y pegajoso contacto a puro pelo, con su nada fiel secretaria, formando cuarteto de cámara con su taimado y habilidoso aparejador José Manuel, perfectamente aparejado en pelota picada con Sony, la modélica lucidora de vistosos trapitos y nada confiable barragana de Don Saturnino Peláez, el Nino. El concierto, interrumpido bruscamente en el momento en que estaban dispuestos a cambiar de pareja, acabó con el consiguiente intercambio de insultos, improperios y amenazas y con los insistentes intentos del imprevisto espectador, de deteriorar los instrumentos de los actuantes.
En los pasos siguientes, más rencorosos y efectivos, hubo escabechina de plumas en los corrales, con suspensión de empleos, despidos y puertas que se cerraban, mientras la bola del cotorreo iba creciendo cuesta abajo, atravesando ambientes dispares y distintos corrillos sociales, hasta que, ya sumamente adornados, llegaron a las alhajadas orejas de Doña Mercedes de la Pradera, quien tras oír las adulteradas explicaciones de su amado y candoroso hijo, disculpó su mala actuación, que atribuyó fundamentalmente a la nefasta influencia genética heredada de su padre Don Luis, el cual, al ser públicamente descubierto en su contumaz línea de actuación, en un espontáneo e inoportuno alarde de sinceridad, tachó a su mujer de fútil, fea, fofa y fría, rematando sus insultos, definiéndola como una papa arrugada sin mojo picón. Doña Mercedes, convictamente herida, cargada de argumentos y aliviada por los calculadores consejos de su director espiritual, decidió romper los frágiles lazos sagrados, poniendo en manos de un prestigioso y ávido bufete de abogados la tramitación de la separación legal del cónyuge y apartándose entre tanto a su casa de El Escorial, hijo y servicio incluido.


Don Luis, vendió el estudio de la Calle de Orense y trasladó su residencia a Ibiza, en donde parece había olfateado un campo bastante propicio para su repugnante manera de ejercer la profesión. Dos años mas tarde, una noche, después de salir del Ku, estaba esnifando con otro colega unas rayas de coca, cuando le dio una especia de pasmo cerebral. Desde entonces, está como una estatua sedente frente a una ventana mirando al mar, con la única compañía de las incordiantes moscas pitiusas y de una hierática enfermera aranesa, que le lee monótonamente la prensa local y le ayuda a acostarse, sin tener la menor intención de proporcionarle otros placeres accesorios.
Su polifacético delineante Pepe, no pudo reclamar indemnización alguna, por tener contrato de dedicación plena en el Ayuntamiento y no haber declarado nunca los sabrosos emolumentos que su segundo trabajo le proporcionaba, aunque consiguió conservar su trabajo de rémora en la administración local.
José Manuel, el arquitecto técnico y aprovechado burlador, experto en aparejos, se dedicó al peritaje de pisos, en una de las tantas inmobiliarias depredadoras que siguen proliferando en todo el país, realizando oportunistas tasaciones y valoraciones engañosas de viviendas de renta antigua.
Don Saturnino, el Nino, hombre endurecido y práctico, encajó bastante bien los acontecimientos y hasta presumió, a su manera, de la notoria fama, aunque según ciertos rumores aventados por las constructoras competitivas y los eternos envidiosos, se había vuelto un misógino repentino y que hasta incluso había perdido parte de sus exquisitas facultades libatorias y degustativas, dejándose ver con bastante frecuencia por ciertos locales nocturnos, en los que los camareros, aparte de servir una comida y bebida de baja calidad, ofrecían esporádicas actuaciones como ”drag queens” ante un travieso y heterogéneo público. Quizás, influenciado por ellas y para superar su oculto complejo de bajito, lleva desde entonces unos zapatos especiales con alza.
Rosa y Sony, formando sociedad y pareja sentimental por haber descubierto sus verdaderas tendencias íntimas, aplicaron gran parte de su experiencia de despacho y cama, principalmente adquirida por las debilidades de sus jefes, para entablar provechosas relaciones con algunos directores de bancos, mas fuertes en economía que en las debilidades de la carne, hasta conseguir el crédito suficiente para abrir una boutique pija en la Calle de Lista, en pleno Barrio de Salamanca, haciéndose fundamentalmente con una clientela de señoras, de esas que trataban de encoger los años a base de estirarse la piel.
Y paradojas del destino... Dª. Mercedes de la Pradera, fue también una cliente bastante habitual de la boutique, llegando a alabar con veneración entre sus gomosas amistades, el buen gusto, decoro y clase de las dueñas, sin llegar ni tan siquiera a sospechar, que su ex marido, las había adorado anteriormente con bastante mas ardor y vesania.


MORALINA FINAL.

En Cerrillo del Pinar, el tiempo pasaba un poco más lentamente que en Madrid y aunque la fama del golpe de suerte de Don Pascual pasó velozmente, sin embargo la de su Mesón fue aumentando poco a poco, dada su buena calidad, precios razonables y el buen trato a sus clientes.
La Martina y Ciriaco, no tuvieron mas hijos, pero vivieron bastante felices. De vez en cuando, entre la clientela dominguera, escuchaban rumores y cotilleos de la Capital, con lo que llegaban a valorar más su tranquilidad y su independencia de las tentaciones urbanas.
Don Pascual y Doña Remedios, poco a poco se fueron olvidando de su sensación de haber sido tan descaradamente engañados y en su sencilla nobleza, ni tan siquiera llegaron a alegrarse, al enterarse de los distintos descalabros de aquellos pícaros ciudadanos.
En un principio pensaron en vender la casa y volver a su antiguo domicilio, pero no resultó fácil encontrar un comprador en aquel alejado pueblo. Decidieron dejar definitivamente el trabajo del Mesón y que sus hijos se hicieran cargo de todo, puesto que con el dinero que les había sobrado y parte de las ganancias que les proporcionaba el negocio, administrado sabiamente, les permitía gozar de una tranquila y desahogada vida. Don Pascual, se fue adaptando a la casa y hasta le acabó cogiendo el truco a la grifería. Doña Remedios, tomó la buena decisión de que todos los años se irían, un mes por lo menos, a Benidorm...
Ambos se sentían felices y relajados, disfrutando de ver crecer a su nieto. Y de vez en cuando, ella aún se encargaba en apañar unas buenas chuletas o unas migas en la barbacoa, para los amigos de su marido que venían a jugar al mus. Con el tiempo, acabaron por instalar, en lo alto del terreno, media docena de colmenas que les proporcionaba una deliciosa miel.

F I N.
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CARLOS RODRÍGUEZ-NAVIA


+Este relato se escribió y terminó en Marzo de 2003.
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